El camino hacia el aprendizaje de la efectividad
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El camino hacia el aprendizaje de la efectividad puede ser arduo. Como suele decir José Miguel Bolívar en sus entrevistas, cursos o post, puedes confiar en él porque ha cometido todos los errores que podía cometer con GTD®. Y es curioso, su hija Marta dice exactamente lo mismo.
No voy a mentirte, no llevo ni 10 ni 15 años utilizando GTD®. Además, te confieso que durante mucho tiempo dije —con bastante mala leche y algo de prepotencia— que yo no necesitaba GTD® en mi vida ¿para qué? Pensaba que tenía buena memoria, que era súper organizada y que llegaba a todo sin pestañear.
Hasta que un día mi nivel de estrés hizo darme cuenta de que sí, era una máquina de trabajar dentro y fuera de casa, una persona en la que confiar, pero mi salud decía lo contrario. Por eso hoy quiero compartir mi experiencia en este camino de aprendizaje lleno de tropiezos y equivocaciones. Algo necesario si quieres, de verdad, aprender a ser una persona efectiva.
La metodología «Getting Things Done» llegó a mí «por culpa» de mi marido. Nunca ha sido una persona especialmente ordenada, ni presume de tener buena memoria. Durante años le oí hablar de cómo GTD® le había cambiado la vida, de su gurú —un tal Bolívar— y que si la abuela fuma.
«El comienzo es la mitad de todas tus acciones», proverbio griego.
Otra confesión que hago pública —y ya van dos— es que no le hacía mucho caso, para qué nos vamos a engañar. De hecho, siempre atribuí la necesidad de utilizar GTD® a su falta de atención. Es lo que tiene la ignorancia, uno supone, y cuando supone casi siempre supone mal.
Lo cierto es que pronto aprendí que mi memoria no era, ni de lejos, extraordinaria. Es más, lo normal es olvidarte de las cosas, toma castaña. Y es que nuestra memoria a corto plazo es limitada. La mayoría de las personas no somos capaces de recordar más de 5 a 9 cosas, lo cual está muy bien si no tienes que recordar nada más a lo largo del día tanto en lo personal como en lo profesional.
También he aprendido la diferencia entre ser una persona organizada y ser ordenada. Y que la efectividad no es un don con el que se nace, sino una competencia que puedes y debes, —como afirma Peter Drucker— aprender.
A estas alturas ya puedes suponer que mi camino hacia la efectividad me ha supuesto no sólo tragarme mi orgullo, sino un sendero con numerosos obstáculos, días de sudor y alguno que otro con ganas de tirar la toalla.
«Es mejor estar equivocado que ser impreciso», Freeman Dyson.
Un concepto que tienes que tener muy claro es que una competencia es un conjunto de comportamientos observables orientados a un resultado. Desarrollar la competencia de la efectividad es como aprender un idioma. Nadie nace aprendido ¿alguien ha aprendido a tocar el violín en un día? ¿Acaso un niño ha dejado de aprender a caminar a pesar de todas las caídas sufridas durante sus primeros meses de vida?
Fue así, con esta metáfora del niño que aprende a caminar, que por fin me di cuenta de que el camino hacia una vida más saludable (y feliz) a través de la efectividad me era tan necesario.
De este modo, pensé, si mi marido había conseguido dormir a pierna suelta todas las noches —a medida que crecían las responsabilidades en su vida personal y profesional— mientras yo me despertaba de madrugada recordando tareas pendientes que no quería que se me olvidaran, era obvio que algo estaba fallando.
Como un alcohólico que un día decide que necesita ayuda, reconocí que quizás GTD® sí era para mí. Qué cosa más absurda resistirse a la evidencia durante tanto tiempo —pienso ahora con perspectiva—.
«Los vientos y las olas siempre favorecen a los navegantes más hábiles», Edward Gibbon.
Cuando mi atención se dirigió a las mejores prácticas para aprender a ser una persona efectiva, empecé mi propia carrera de obstáculos. Y es que, menuda paradoja, quienes ya de por sí somos personas organizadas, tenemos un trabajo extra: vaciar la mochila de costumbres y comportamientos adquiridos durante los años para desaprender y empezar de cero.
Decía Emilio Duró «copia, no inventes», y así hice, empecé a copiar a los expertos. Poco a poco fui deshaciéndome de esas malas prácticas que durante años no me habían funcionado a nivel de efectividad para ir incorporando nuevos aprendizajes y otras maneras de hacer las cosas. Lo que más me animó a seguir este camino fue entender cómo funciona nuestro cerebro para aprender a desarrollar hábitos productivos.
Como dijo el músico Charles Mingus «Hacer lo simple complicado es lo normal. Hacer de lo complicado a lo asombrosamente simple, eso es creatividad».
Es por ello que GTD® no es una metodología más, para mí se ha convertido en una forma de estar, de hacer, de vivir. Porque hacer de lo complicado lo más simple, es posible.
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