Aprender hábitos productivos es un deber
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En el post anterior empecé a contarte mi camino hacia la efectividad personal, una transformación que no cesa. Y es que aprender hábitos productivos es un deber, no es algo que se consiga de un día para otro.
Desarrollar un hábito lleva su tiempo, no te voy a mentir. Al menos construir hábitos de manera consistente, porque es fácil perderse por el camino. Se trata de incorporar algo de manera automática y libre de esfuerzo. Dicho de otro modo: un hábito es algo que haces siempre. En consecuencia, incorporar un hábito productivo se traduce en menos gasto de energía, uno de los descubrimientos más fascinantes en mi camino de aprendizaje hacia de la efectividad.
Paul Dolan es uno de los mayores expertos en el estudio de la conducta humana y de la felicidad, además de discípulo de Daniel Kahneman. En su libro Diseña tu felicidad explica que «tu cerebro intenta continuamente conservar energía atencional buscando la manera de seguir la norma». Y que para establecer un nuevo hábito necesitas un desencadenante, una rutina y una recompensa.
«Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto; es un hábito », Aristóteles.
Ha habido en mi vida varios puntos de inflexión durante estos últimos años que me han impulsado a tomarme en serio el tema de la efectividad. Uno, sin duda el más importante, mi salud. Me considero una persona responsable, perfeccionista y no me ha gustado nunca dejar las cosas a medio hacer.
Sin embargo, en esa mochila de comportamientos adquiridos sobresalía uno por encima de todas las cosas: la sobreplanificación. Era mi manera de auto-imponerme las tareas diarias y no me acostaba sin haberlas terminado, lo cual tenía un precio: contracturas y facturas por los servicios de fisioterapeutas varios.
Planificar me daba una (falsa) sensación de control ¿te suena? Repartía mis tareas en función de mi energía y el tiempo disponible. Sin embargo, había un factor que nunca tenía en cuenta a pesar de estar presente todos y cada uno de los días: los imprevistos.
Los imprevistos forman parte de nuestro día a día ¿cómo obviarlos? No te voy a mentir, con GTD® los imprevistos no desaparecen, pero disminuyen. Lo que he aprendido, y quiero compartir contigo, es que hay dos tipos de imprevistos.
Los imprevistos externos son aquellos que no dependen de ti. Como que te llamen por teléfono o recibas una visita justo en ese momento de máxima de inspiración en la redacción de un informe o del último capítulo de tu nuevo libro. En estos casos, GTD® te ayuda a gestionar el impacto que estas interrupciones tienen sobre ti con el más sencillo de los 5 pasos: capturar. O como dice David Allen, «no hay imprevistos, sólo inputs mal gestionados».
«No hay imprevistos, sólo inputs mal gestionados», David Allen.
Otro tipo de imprevistos son los internos, o dicho de otro modo, nuestras propias interrupciones. No somos conscientes de ello —o bien no nos hacemos responsables y culpamos a los demás— pero si lo piensas, nos auto-boicoteamos constantemente. Dejamos todas nuestras aplicaciones abiertas, nos distraemos —y distraemos a nuestro cerebro— con las notificaciones de LinkedIn, Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp ¿sigo? Y lo peor de todo, nos abalanzamos sobre la notificación de un nuevo mail entrante como si acabáramos de encontrar agua en el desierto. Todo ello, os lo aseguro, da para otro post.
Fue en Junio de 2017 cuando apareció el gurú de mi marido, José Miguel Bolívar, en la República Dominicana. Vino a impartir un curso de nivel 1 de GTD® y sin dudarlo me apunté. Sentía más curiosidad por conocerle a él en persona que por la metodología. Pero lo que ocurrió fue que, antes de empezar a contarnos qué es GTD®, se dedicó a explicar detalladamente cómo funciona nuestro cerebro, lo que da paso a validar por qué funciona la metodología. Vamos, que no son remedios de la abuela, y claro, despertó mi curiosidad.
Así fue como entendí el impacto de las interrupciones en nuestro día a día y por qué fracasan las planificaciones, entre otras muchas cosas. Si sigues planificando es por esa (falsa) sensación de control que contaba anteriormente. Y es por ello que se planifica a sabiendas de que muchos planes no se van a cumplir, o que se van a tener que posponer o que, si te empeñas, los cumples a un coste muy alto para tu salud.
¿Sigues planificando? «Ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo».
Así que éste fue mi primer punto de inflexión y mi primer compromiso (serio) conmigo misma para meterme de lleno en el mundo de la efectividad. Pero no fue el último.
Continuará (…)
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