Conócete primero para saber hacia dónde ir
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Este año 2020 terminará más o menos como lo empezaste, en plena pandemia a causa de la COVID-19 y preguntándote ¿y yo ahora qué hago?
David Allen te da la respuesta en el capítulo 4 Ready for anything: saber hacia dónde tienes que ir requiere saber dónde estás ahora.
Lo que yo he redefinido para este post, conócete primero para saber hacia dónde ir. ¿Dónde estás y qué es lo que de verdad te importa?
«Getting to where you’re going requires knowing where you are», David Allen.
El cambio está en ti
No sé tú, pero yo llevo meses leyendo acerca de cómo ha cambiado el mundo por culpa del dichoso virus. Si leo o escucho otra vez eso de «la nueva normalidad» se me llevan los demonios.
El cambio ha estado, está y seguirá estando presente en nuestras vidas. Es lo que llamamos evolución. Somos resultado de nuestras acciones y de las experiencias que vivimos ¿acaso hay algo de malo en ello?
Este virus ha traído cambios —como el teletrabajo—, nuevos hábitos higiénicos —y que se queden para siempre, por favor— y una nueva forma de relacionarnos —si era resistente a las nuevas tecnologías, taza y media—.
Pero, honestamente, no estamos ante un cambio vital. Un cambio trascendental para la humanidad fue el paso del periodo paleolítico al neolítico ¡eso sí es un cambio!
O como leía hace unos días en el blog de David Criado, «el mundo está bien, quienes tenemos que cambiar somos nosotros». En efecto, el mundo sigue su curso, y la clave está en nuestra capacidad de adaptación.
Personalmente, estos meses de pandemia me han forzado a pensar fuera de la caja. A ocuparme de todo aquello que está dentro de mi círculo de influencia y a que me importe —poco o nada— lo que está en el círculo de preocupación.
En otras palabras, poner el foco de atención en todo lo que dependa de mí en lugar de lo que depende de las circunstancias o de si el día amanece nublado.
El resultado en mi vida ha sido un avance extraordinario en algunas de mis áreas de responsabilidad. Descubrir que hay otra forma de hacer las cosas. Desarrollar habilidades de las que había renegado durante años venciendo algunas creencias limitantes. Forzarme (y demostrarme) que sí se puede seguir innovando.
Escribe para ordenar el pensamiento
Esta misma semana, mi colega Jordi Fortuny celebra el octavo aniversario de su blog. Toda una proeza en los tiempos que corren ¿quién tiene tiempo para leer? Pero más importante, ¿quién tiene tiempo para escribir? ¿y para qué escribir?
Una de sus frases para enmarcar es que su blog «es un reflejo de sí mismo». No hace mucho también me quedé con la reflexión del tercero en discordia, José Miguel Bolívar, acerca de que la trayectoria en su blog le permite ver su propia progresión en cuanto a su manera de entender la metodología GTD®.
Volviendo a David Criado, una interesante reflexión sobre para qué escribir en este mundo de la inmediatez en la que se olvidan rápidamente las cosas que decimos: «Tal vez escriba ahora porque he comprobado ya el suficiente número de veces cómo casi todo el mundo olvida con facilidad la esencia de la vida».
Xavier Marcet se marcó un «si no escribimos no sabemos lo que pensamos».
«Somos aquello que hemos leído y hemos vivido para escribirlo», Ponç Pons.
Estas voces —y mentes pensantes— ilustran perfectamente mi frase favorita: escribir te permite ordenar el pensamiento.
Si quieres saber hacia dónde ir, primero tienes que saber dónde estás y quién eres.
Escribir puede ser una buena manera de conocerte.
Reflexiona sobre tus áreas de responsabilidad
Ahora que ya sabes que el cambio depende de ti y que escribir ayuda a poner en orden tus pensamientos —y, de paso, a conocerte—, pregúntate qué es lo que de verdad te importa.
En la metodología GTD®, nuestro día a día se mueve a través de nuestro calendario, las siguientes acciones y nuestros proyectos.
Si subimos un escalón, al reflexionar tomamos cierta perspectiva y aprendemos que nuestras elecciones sobre lo que tiene más sentido hacer en cada momento, están vinculadas —aunque no nos demos cuenta y de manera intuitiva— a nuestras áreas de responsabilidad.
O como explica José Miguel Bolívar en este post, tus áreas de responsabilidad están vinculadas a tus acciones y proyectos «en la medida que dichas acciones y proyectos evidencian de algún modo tu grado de compromiso hacia las diversas áreas».
Enmarcado el contexto, puedes preguntarte cómo te sientes ahora mismo —en tu vida personal y profesional— cómo te gustaría estar, qué cosas podrías hacer.
Como dice David Allen, esto no va de las cosas buenas o malas que haya en tu mundo, el mundo es tal cual es. Lo que marca la diferencia es el compromiso que adquieres con él.
Así pues, busca tu equilibrio y reflexiona sobre tus compromisos y áreas de responsabilidad. Pregúntate cómo de sólido es el compromiso que has adquirido con tus proyectos y siguientes acciones.
Qué te puede resultar útil hacer, de qué recursos dispones, qué oportunidades tienes ante ti. Qué cosas puedes integrar y qué cosas puedes eliminar si suponen un obstáculo para avanzar.
Porque el mundo sigue su curso, el cambio es lo único inmutable. Si quieres saber hacia dónde ir, primero conócete, averigua dónde estás y qué es lo que de verdad te importa.
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